Los bebés, cuando nacen,
se enfrentan a unos cambios brutales.
Pasan de la oscuridad
total, a la luz más cegadora. De un sitio cálido, a uno de frío. Del medio acuático,
al aéreo. De un sitio contenido, a un espacio sin límites. De no tener que
preocuparse por la comida ni el respirar, a empezar a tener sensaciones que no comprenden.
Que sitio más hostil!
Los niños cuando nacen
sólo quieren una cosa. Quieren a mamá. Quieren lo que conocen. Quieren estar
calentitos y protegidos. Quieren esa voz que les ha hablado durante nueve
meses. Ese olorcito que les hace sentir seguros. Los brazos de su cuidador, son
el mejor lugar para un recién nacido. Para ellos, no son una opción. Son una
necesidad. Es lo que se conoce como extero-gestación.
En esta etapa, el porteo
se puede convertir en un gran aliado. Permite tener el niño casi tan cerca,
como cuando lo llevábamos dentro. Ellos se sienten contenidos, protegidos,
calentitos. Y nosotros, teniéndolos tan cerca, seremos capaces de darnos cuenta
de cualquier necesidad, antes de que el drama se desencadene.
Llevar al bebé cerca,
también comporta muchos beneficios para la madre. Pero de esto, hablaré en otro
post.
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